Tejedoras en público para el sustento diario

junio 13, 2010

13 de Junio: Día Mundial del Tejido en Público

Por: Teresa Sosa

La celebración de este día lo comenzó en 2005 en Australia  la tejedora Danielle Landes. Se inició como una simple reunión de tejedoras para que éstas pudieran aprender y disfrutar cada una de las otras; actualmente se celebra en numerosos países incluyendo el nuestro. Es un día que reúne a grupos de tejedoras en actividades colectivas de tejidos en espacios públicos. La edición de hoy está dedicada a tejedoras venezolanas en público cuyo arte y trabajo les provee el sustento.

El tejido ha estado por milenios relacionado con la  mujer. Desde la época precolombina en los pueblos originarios de América Latina el arte del tejido fue relevante; no solo  fue su necesidad para cubrir el cuerpo dando identidad a cada ser, etnia o grupo social, sino para delimitar espacios como en techos, paredes, puertas y pisos, para envolver a los muertos, para denotar rango, como moneda, premio, tributo, ofrenda, dote matrimonial, como trueque, como cama para dormir.

La belleza de los textiles de Latinoamérica y el Caribe fue valorada por los conquistadores, quienes admirando su calidad, enviaron muestras a la corte española como regalo de gran estimación.

Niquitao en lana cruda al telar

Niquitao es un pueblo de montaña del estado Trujillo. Margarita Mora, una de las tejedoras del lugar cuenta cómo aprendió a tejer: “Yo aprendí a la edad de 7 años, que empecé a ayudar a mama a escarmenar la lana y a echarle a perder las hebras cuando ella estaba hilando. Pero cuando ella no estaba me ponía a hilar con la lana que ella  dejaba en la Burra, que era como un taburetito de tres paticas, entonces me ponía a molestar allá la hebra, hasta que por fin aprendí a sacar la hebra.»

«Cuando aprendí a sacar la hebra le mostré a mama y me dijo que ¡Si, si va a aprender a preparar la lana!, y ella se iba  pal trabajo y me dejaba un manar grande, que era de esos de bejuco y una cestita con patas de carruzo que le cabía como un kilo de lana, y ese kilo de lana tenia yo que tenerselo escarmenado cuando ella llegaba en la noche que se ponía a hilar”

Otra de las tejedoras, Dora Sánchez, relata su historia: “Aprendí siendo niña de mi mama y ella fue la que siempre me motivó y me enseño a trabajar el proceso de la lana de oveja, mi mama criaba antes ovejas y nosotras hacíamos todo ese proceso de lavar, escarmenar, hilar y tejer, y eso es lo que hacia yo, me he caracterizado por eso, a mi siempre me ha gustado  trabajar, producir y vender”

Con los tintes yo comencé a trabajar pero no me resulto, porque a medida que uno iba a lavar las piezas siempre se destiñen mucho y no me convenció, entonces empecé a trabajar con lo que era la planta colombiana pero no se conseguía como era el Añil, entonces pensé si por lo menos la concha del plátano y tantas otras plantas manchan y eso, dije bueno, una de estas plantas debe servir así que empecé a investigar”.

«Teñí por cierto un poco de lana con concha de plátano y me dio anaranjado, luego la pepa del aguacate y me dio un color allí que no recuerdo. Un día me dijeron que con la barba de piedra daba una tonalidad amarilla según la cantidad de planta que uno le ponga, poquito más claro y mientras más cantidad el color va a ser mas oscuro hasta sacar un marrón.»

Las margariteñas

En el poblado Tacarigua  de isla Margarita, en plena vía, están exhibidas las famosas hamacas margariteñas, de color blanco hueso que tienen tejido en pabilo de color la inscripción “Isla de Margarita”, decoradas con flequillo a ambos lados. Una tejedora margariteña dedica hasta un mes de trabajo a mano y usa un promedio cinco kilos de pabilo en su confección. Las viejas tejedoras de hamaca de este lugar emplean el hilo de algodón hilado en huso. Hoy se teje con pabilo o guaralillo.

En Santa Ana, se tejen los chinchorros, éstos se pueden encargar con el diseño que se desee o se puede escoger entre la colorida variedad exhibida. La diferencia entre chinchorros y hamacas consiste en que los chinchorros son elásticos y se elaboran con tejidos sueltos y las hamacas son hechas con tejidos compactos y son mucho más pesadas. En otro pueblo, la Vecindad, las mujeres  elaboran las hamacas en telares antiguos.

Las Wayúu

Habitan en el territorio de la península de la Goajira, que comparten Venezuela y Colombia. Aprenden  a tejer durante el encierro, período de transición niña a mujer. Los tejidos de las índigenas Wayúu se caracterizan por el uso de colores muy fuertes y contrastantes. Lo motivos típicos para esa cultura son las representaciones de figuras geométricas que simbolizan elementos de la naturaleza (animales, plantas, estrellas, astros) que rodean la vida cotidiana del Wayúu.

El chinchorro y la hamaca son dos tejidos importantes de la etnia wayúu ya que son camas colgantes donde descansan, duermen, conversan, atienden visitas, trabajan cuando hacen los tejidos, procrean y traen hijos al mundo.Pueden pesar hasta seis kilos. Para elaborar una hamaca se necesitan entre dos a seis meses de trabajo.

Las de Gavidia

Gavidia es una aldea ubicada en pleno páramo de Sierra Nevada, estado Mérida, a 3500 metros de altitud, de apenas 442 habitantes. “Aquí antes eran puros rebaños de ovejas, yo recuerdo que eran grandísimos”. Lo cuenta Julia Torres,  la mayor de las 18 mujeres que conforman la cooperativa Mujeres Tejedoras de Gavidia; ella hiló durante 40 años, ya no lo hace porque le produce dolor en las manos. “Está bonito que ellas se han puesto a trabajar, porque hacen cositas que se venden y se hace platica”; comparte su experiencia con sus hijas, nietas y su bisnieta Ana Yusmery, la tejedora de menor edad, tiene 13 años.

Eusebia Moreno, una tejedora de la cooperativa, explica el proceso para la elaboración de los tejidos: “Primero se escarmena la lana, se lava con detergente para quitarle la grasa de la oveja. De allí va al burrito de madera y se comienza a hilar, esa parte es difícil hay que tener paciencia y mucho cuidado para que no se rompa. Se hace la madeja y la llevo a la cocina para teñirla.Usamos el telar, también a mano, desde una hasta cinco agujas.”

“Teñimos con barba de piedra da varios tonos de amarillo, verdusco, también usamos uña de gato, uvito y tisis, que se fijan mejor que los químicos. Claro siempre les dejamos raíces para que retoñen, la idea no es acabar las plantas.”

“Decidí censar a las abuelas tejedoras y las metimos en la cooperativa así ya no tejan, ellas tienen palabras de ánimo y aliento para nosotras,  me gusta escuchar sus cuentos”.

Las hermanas León  de  El Hatillo

El Hatillo es un pueblo colonial del estado Miranda, cercano a Caracas. Vianey León, cuenta cómo se iniciadron “Las Tejedoras de El Hatillo” como las nombra la gente. “Aprendí hace muchos años con mis hermanas. Nosotras somos 6 hermanas, todas artesanas. Aquí en el pueblo de El Hatillo se abrió en el año 1970 un taller de arte textil, fue una señora colombiana, Lucia Madrigal”.

“Edith mi hermana menor empezó a estudiar y aprender en este taller y Luz, otra de mis hermanas, empezó a trabajar como secretaria, pero pronto también se entusiasmó con este oficio y empezó teñir las fibras, más tarde se integraron otras hermanas y hasta mi mamá aprendió y ahora todas tejemos”.

“A mediados de los 80 a raíz de los problemas económicos de aquel momento, se nos hizo difícil comprar los hilos y las fibras necesarias porque era casi todas importadas, entonces a empezamos a tejer con trapo”.

“Nosotras le decimos trapo a esta técnica que desarrollaron los europeos durante la guerra porque no tenían fibras, agarraban trapos viejos los cortaban en tiritas y con ellos tejían alfombras. El resultado es muy lindo. Cuando las cosas se normalizaron volvimos a tejer con toda clase de fibras pero seguimos usando la “técnica de los trapos” porque es muy atractiva y económica. Tejemos toda clase de productos, alfombras, tapices, manteles, individuales, chales, etc».

Soles de Maracaibo

Son  tejidos en hilo muy fino que forman un encaje; es una tradición que data del siglo XVII. Se cree que mujeres de Islas Canarias que entraron  por  los Puertos de Altagracia en los barcos provenientes de España trajeron este tejido al estado Zulia. Una heredera de este tejido fue la señora Cepeda que con sus 10 hijas toman esta labor como un modo de vida y se dedican a realizar los soles para las familias extranjeras que visitaban o vivían en Maracaibo. La tradición de las mujeres de la familia Cepeda Conde  continúa hoy día con Elba Morales de Rondón y otras tejedoras.

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